Tantos días llenos de novedades, tanto tiempo sin desconectar,
sin poder abrir mis emociones a este gran amigo; no importa lo idiota que
resulte cada expresión.
En medio de esta dichosa depresión (odio la palabra, pero
acepto la realidad), hubo un día, más bien una noche en la que volví a sonreír.
Si él sonríe cada día y vive con su historia, yo soy imbécil por dejarme vencer
ahora. Estoy releyendo ese “Mundo amarillo” y me doy cuenta de que la tristeza
no es el camino correcto. ¿Cómo ser positiva? Tendré que descubrí el modo, pero
no pienso quedarme atrapada en casa. Por eso he vuelto a mi rutina deportiva. No
importa si no aguanto más que quince minutos. Yo marco el ritmo, el caso es
avanzar poco a poco. También empecé el verano con cierto temor a cierta prueba
médica, y esta tarde me lo ha recetado el médico. Quién sabe si esos tubitos de
sangre consiguen depurar el pesimismo que recorre mi cuerpo. Ya me creo todo lo
que me digan.
Por otro lado, ¿qué me pasa para tanto pesimismo? ¿Echo de
menos a Sergio? Por supuesto. ¿He dejado de creer en que me ayuda desde
dondequiera que esté? Jamás. En “Un secreto” ya lo dije. Si mis sueños no se
cumplen es porque no es el momento adecuado. Confío en él. Ya sé que creo en
Dios, sí. Pero con Sergio es diferente.
Él me conoce, bueno, me conoció, en un plano real, y por eso siento una
confianza más directa. Hace trece años que no le veo, ni le oigo, pero le
siento a menudo. Está conmigo en los momentos difíciles y también en mis alegrías.
No sé muy bien porqué hablo de él, tal vez porque es mi principal apoyo cuando
dudo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario