5 ago 2013

Curiosidad


Ya no es nada nuevo mi alto consumo de cafeína ni el efecto de ésta, ni la velocidad que adquieren mis latidos. Tampoco son nuevas las relevaciones que da mi corazón, la trasparencia del fondo de mi pensamiento, mis sueños y mis miedos. No es nuevo el sofá de ese bar, tampoco la mezcla de pena y rabia que me dan los finales de algunas amistades.

No todos los días encuentro cafeinómanos, como yo. Hemos compartido anécdotas del pasado, comentarios sobre personas en común y algunos sueños. Es curioso: he conocido a muchas personas que se llaman así y nunca me ha enfadado con ninguno; también es curioso que, justo hoy, haya vuelto a ese lugar, regado por lágrimas tanto tiempo atrás, ese que produjo temblores y nudos en estómago. Curioso que al levantarme del sofá el mareo haya sido cuestión de segundos. Curiosa la seguridad con la que he reprendido el camino a casa. Pero lo más curioso de todo es que la llegada a mi portal me ha recordado a mi tierna infancia, con pompas de jabón.

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