Por mucho que valore a otras personas, nadie te igualará. Porque
tú eres mi fuerza de todos los días, mi estrella Esperanza. Me acuerdo de ti
tantas veces al día como minutos. Tal vez por mi naturaleza detallista, un simple
bocadillo me hace sonreír. “Hablo” contigo constantemente, mantengo una relación
mucho más íntima que con mi blog. Lo sabes todo, absolutamente todo de mí. Y
esta misma mañana me he dado cuenta de que, por mucho que yo misma me acuse de
materialista, contigo ni de lejos. No necesito verte, ni oírte, ni olerte, ni
nada. Porque estás ahí, y ya lo eres todo. Puede que sobrevalore mi cariño
hacia ti, un capítulo ya pasado. Tal vez no debería dedicar tanta atención a tu
recuerdo y la esperanza de que me cuidas. Y no es cuestión de necesidad, pero
mi propia voluntad no puede hacer otra cosa que pensar en ti. En mi caso, ocho,
perdón seis años, de recuerdos lo son todo. He vivido muchas cosas después de
ti, demasiadas, buenas y malas, pero sin la base no habría soportado tanto
peso. Aprendo a guardar mis sentimientos relativos a ti, a vivir con tu
ausencia, pero JAMÁS dejarás de ser la base. Hace ya años que no sueño contigo,
y al principio me daba miedo porque tal vez te olvidase, pero sabes?, no es cuestión
de tener tu foto en mi cartera, ni tu nombre en mi hombro; mi gran memoria, esa
que me incapacita a desprenderme de malos recuerdos, también será el Loctite de
mi infancia, corta pero intensa. Y digo corta porque, ya lo dice Fernando Savater
“La infancia acaba cuando ves la muerte de cerca”. No me quejo de que mi
infancia fuese corta. “Más vale calidad que cantidad”. Aunque hablando de
cantidad… de qué? Años, veranos, meses, días ó momentos bonitos?
Debo aclarar las cosas. No pretendo emocionar a nadie, ni
destacarte de mi prioridad del amor. El amor es muchas cosas, pero tú eres una
muy importante. Un amor fraternal, como tantos otros, pero eterno. Creo en el
amor porque tuve la suerte de conocerte. Me parece justo, no me avergüenzo de “hablar”
contigo, todavía. Ha sido cuestión de tiempo que no me duela hablar contigo, ni
de ti; aceptar que eres pasado, mi pasado. Sé que a menudo te sobrecargo de
súplicas, y sé que, cuando no se cumplen, es porque no lo ves necesario. Y…
¿cómo podría pretender saber más que tú?
La verdad es que también echo de menos algunas cualidades vitales. Por eso
valoro tanto los abrazos, que me llamen “tata”, los ojos muy oscuros o caminar
descalza sobre un tatami. Son recuerdos, preciados dejavú´s.