Abrázame, quédate a mi lado, deja que llore hasta quedarme
seca, haz lo que sea para que sonría.
Esto y mucho más es lo que quiero mañana; será absurdo, pero
tomaré el clásico té de las 5. Lloraré, porque sé que con él no puedo fingir;
son muchos años de penas compartidas. Y, como ya no hay Fórmula secreta, le
pediré un abrazo en el que yo marque el tiempo y la distancia. Y sé que sonó
muy romántico, pero esta vez también desaparecerá cualquier temperatura. Qué más
dará que la infusión hierva o que la cerveza esté fría. Dará igual. Porque quiero
fundir la puta escarcha que se empeña en paralizar cualquier positivismo de
este verano. A pesar de todo, tengo que recordar el dibujo de ese unicornio y
otros muchos detalles. Tengo 21 años; seria patético dejarme llevar por la
negatividad y anclar un verano más. Sí, han vuelto la ansiedad y las ganas de
llorar, peo la palabra depresión dejó de existir para mí; porque nadie, ni
siquiera la vida, tiene el poder de derribar mi sonrisa. Ahora está en obras,
pero volverá, más amplia que nunca. O tal vez con la misma sencillez, fiel al
recuerdo.