“Buenas noches” articulado. “¿Cómo tú por aquí?” a voz “¿Y
esa vocecilla?”. Dame papel y boli y te explico. -…- . Ponme un chupito de lo
más fuerte que tengas. “¿Aguardiente?”.
No, por Dios, algo más suave. “Patxarán”. Me lo bebo poco a poco. Puf, a ver si
recupero algo de voz; un té verde, porfa.
Como suele ser costumbre, no puedo evitar sonreír nerviosa y
querer contarle mil cosas, pero mi garganta me lo impide. Me retiro de la barra
y abandono mi consumición, mi bolso y mi chaqueta, tratando de encontrar reposo
dentro del baño femenino. No sabía que era tan pequeña; sufro un golpe leve y
mis ojos se cierran frente al espejo a la vez que lucho por hacer entrar aire a
mis pulmones. Cuando me recupero, regreso a mi taburete de barra. Vuelvo a
escribir:
“Llámame friki, pero quiero estar aquí contigo porque como supondrás
en casa me deprimo. Y sé que estás currando, que tu sitio es la barra pero, me
conoces, me encantaría que me abrazaras. No porque seas tú sino… Ya sabes que
para mí los abrazos son un gran antidepresivo. Aunque entiendo perfectamente
que pases del tema. Solo quería decírtelo.”
“¿Tanto escribir para un abrazo?” J. sale de la barra, no había
nadie más en ese momento, y deja que le abrace a mi antojo; he hundido un
poquito mi cabeza en su hombro y he inspirado su olor, el de siempre. He
suspirado.
Es curioso. De mi antigua “Fórmula secreta” es el único
abrazador que ha reincidido. En ambas ocasiones, me he saltado la regla nº1,
ambos han sido cortos pero también ambos han tenido un poder superior a todos
los otros. Pura calidad en abrazos, sacian en pequeñas dosis.
He hecho caso a “Océano “h, he vivido un gran abrazo y,
aunque la báscula siga empeñada en llevarme la contraria, opino que las dosis
de té me ayudarán. Qué más da que lleve todo el día con un levísimo mareo; el
problema está si empeora y termino en el suelo. Aunque nunca estaré sola: J, “primo
mayor” o toda mi “familia”. ¿Nunca habéis hecho esos ejercicios de confianza de
dejarte caer para que te cojan por los hombros?