La soledad es pena, oscuridad. Da miedo, nos bloquea
totalmente.
Y esta soledad ya es rutinaria, pero sigo molesta. Intento aceptar
la realidad, pero me ha salido la vena inconformista. ¿Por qué tengo que sonreír
y estar feliz, si no es así? Yonki del amor, yonki del amor… queda muy bonito
como expresión propia, igual que las agujetas en el corazón, pero resulta que
hay un nombre verdadero para esto. Dependiente emocional. Sí, soy eso, pero
hace tiempo decidí ignorar a cualquier experto en psicología.
¿En qué me baso para afirmar esto? Hace no mucho tenía una
Fórmula secreta de los abrazos; un abrazo es el mejor antidepresivo. Arregla
una ruptura, una ausencia, un llanto, un enfado. Vi que no están de moda, lo
más cercano parecía un apretón de manos: también lo valoro. Y últimamente he
visto que una mirada surte el mismo efecto. Hay miradas frías y miradas
abiertas, cálidas; a esas me refiero.
Siempre he dicho que me vuelven loca los ojos oscuros, pero,
con estas novedades, me he dado cuenta de que el color es lo de menos – qué anti
racista suena - . Que dentro del color marrón hay miles de tipos: tonos y
mezclas; igual en azules, verdes o grises.
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