28 ago 2013


Abrázame, quédate a mi lado, deja que llore hasta quedarme seca, haz lo que sea para que sonría.

Esto y mucho más es lo que quiero mañana; será absurdo, pero tomaré el clásico té de las 5. Lloraré, porque sé que con él no puedo fingir; son muchos años de penas compartidas. Y, como ya no hay Fórmula secreta, le pediré un abrazo en el que yo marque el tiempo y la distancia. Y sé que sonó muy romántico, pero esta vez también desaparecerá cualquier temperatura. Qué más dará que la infusión hierva o que la cerveza esté fría. Dará igual. Porque quiero fundir la puta escarcha que se empeña en paralizar cualquier positivismo de este verano. A pesar de todo, tengo que recordar el dibujo de ese unicornio y otros muchos detalles. Tengo 21 años; seria patético dejarme llevar por la negatividad y anclar un verano más. Sí, han vuelto la ansiedad y las ganas de llorar, peo la palabra depresión dejó de existir para mí; porque nadie, ni siquiera la vida, tiene el poder de derribar mi sonrisa. Ahora está en obras, pero volverá, más amplia que nunca. O tal vez con la misma sencillez, fiel al recuerdo.

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