10 feb 2013

Gracias, música


Platón ya hablaba de la música como una especie de terapia emocional. “La música es para el alma lo que la gimnasia para el cuerpo”. Bien, pues a partir de ahí, puedo decir que la música SIEMPRE acompaña mis días. Una canción que me recuerde un momento concreto, un acorde de guitarra que me haga cosquillas en la tripa o un piano lento que me haga cerrar los ojos para apartar todo lo demás. Existe el alcoholismo, los frikimundos o los suicidios colectivos. Todos buscan huir de la cruda realidad. Pero la música surte el mismo efecto. Confieso que mis ojos dejan entrever alguna lágrima al oír ciertos instrumentos. Confieso que desde muy pequeña adoro la música.

Mis circunstancias me limitan y no me permiten tocar ningún instrumento. Bueno sí: la voz. Un instrumento infravalorado, tal vez, que además conlleva el uso de palabras, esas que son imprescindibles a la hora de publicar una entrada más. Mis canciones predilectas no constan exclusivamente de frases bonitas. Un ejemplo es el single de Pablo Alborán, con ese “Enséñame a rozarte lento”; antes de ese primer verso, ya hay unos segundos a solas con el piano, incluso algún tiempo minúsculo de silencio. El alma precisa de tiempo para disfrutar ciertas maravillas. En este caso, la música. “Rozarte”; la letra se refiere a dos enamorados, pero yo diría que la música también roza a las personas, roza los corazones, les hace cosquillas para que sonrían. Es un arte. Yo diría que el mejor arte, el más polifacético. La música se oye, se escribe, se toca, se solfea, se siente; con ella se llora, se sonríe, se puede sentir auto dedicación y, cómo no, se puede soñar. Hay personas concretas, privilegiadas, que tienen el poder en sus manos; aman la música, y la viven como un modo de expresión. A quienes se les da mejor gritar sentimientos mediante acordes que con palabras.

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