No estoy acostumbrada a esa postura, entre tumbada y sentada. Ni a pisar algo que se mueve, ni esa mezcla de yoga, tensión abdominal y torsión de caderas.
Por supuesto que me alegro de haber pasado esos minutos de dolor, de ahora tener que mimar esa parte de mi cuerpo.
Y no es sexo, o sea ballet.
Es siempre. Será.
Muchos podrán hablarme y tocarme, pero nadie será el renacer de ese arte.
Pequeña bailarina rozada con dedos suaves, contemplada con amor desmedido y conocida por pocos.
Ni siquiera en verano, cuando fácilmente la vean. Pocos sabrán porqué ella, porqué ahora y porqué en mí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario