3 mar 2016

Lo bueno se hizo esperar

Llamalo vida, llamalo karma.

La dependencia emocional siempre estuvo ahí, intentando rellenar otros vacíos.
Siempre con carencias.

Hubieron muchas caídas provocadas por las prisas de sentirme en casa. Dos sujetos que no merecen ser mencionados en esta etapa de mi vida.

Luego estuvo J.
Proyecto de algo, sin dolor, no hubo heridas de cicatrizar ni reprochar.

Hubo desesperación.
Pero luego tú, que habías estado desde esos dos parches que no merecen ser recordados, ordenaste mis ideas, desinfectaste mis heridas y me diste, y me das, todo el calor que buscaba.

No quiero vivir en mi casa, ni en tu cuarto, ni en tu cama, ni siquiera contigo.
Quiero vivir en ti.

Y, afortunadamente, hace ya tiempo que vivo ahí.
Reparto de tareas. Tú ordenas mi vida y yo ordeno la tuya.

Sé que mordisquearte el cuello, sin que tengas cosquillas, es misión imposible, pero tú ya has tocado mis pies, aunque sea sobre calcetín, sin que te pegue patadas.
Nos prohibimos dar gracias por acciones voluntarias.
Nos hemos hecho promesas que nadie ve lógicas.
Un lenguaje irónico, espacios que cualquiera ve como faltas de respeto.

No queremos caer en errores de otros. Nuestra relación, nuestras decisiones.

Me cuesta escribir contigo rozándome porque me alteras y ya se me olvida hilar las palabras.

Mucha gente no sabe dormir acompañado, y yo lo necesito.
Encuentro una paz entre tu respiración y tus latidos que no está en ningún otro sitio.

Nuestros fines de semana no son escapadas, sino lo contrario.
Si existiera la metáfora de la armadura, nos quitamos las armaduras y nos fundimos, vida interior en estado puro.
Para que escapar si lo que queremos es encontrar?

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