Hasta que me di con una que mi corazón seguía tarareando en castellano.
Yo decido a donde van mis pasos.
Ni tardes negras, ni mirar Ámsterdam.
Por un lado está todo lo que no decidí.
Deja de bailar.
Múdate.
Aprende otra vez a hablar, sí.
Y protestar. No permitido.
Hasta que la mente y el cuerpo estallaron.
Qué quiero y qué no quiero.
A qué estoy dispuesta y a qué me niego.
Una piel al sol, con pecas, con estrías, con cicatrices o con tinta no deja de ser piel propia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario