6 dic 2012

Sin esperanza

Ya no es obsesión, dependencia emocional, expectativas demasiado rosas ni desesperación. En “Posibilidades” decía que ya había alguien hacia quién dirigir mis entradas. Ese “alguien” duró poquito como sueño, y, de nuevo, estoy en blanco y negro. Pido color, claro; el color da vida, oxigena sonrisas y aporta ese maquillaje automático. Y claro que quiero recordar esa sensación, esa filosofía. Pero tampoco desespero ni permito que mi corazón ahogue sus penas. Es gracioso. Esa palabra que hace años me salvó la vida, esa estrella verde, es ahora la razón de mi cordura y la distancia a la agonía; esperanza. Sin ella, agarraría al primero que viese por la calle y exigiría que cumpliese mis sueños, que me llevara a Roma e hiciese de mi vida un cuento. Sería yo quien eligiese el color de mi cuento: rosa, azul, verde… Sin ella, buscaría trocitos de cristal hasta encontrarlos y marcar el recorrido de mis venas sobre mi piel. Sin ella, la Navidad no tendría un concepto familiar para mí. Sin ella, no me habría tatuado las seis letras que llevo en mi hombro. Sin ella, mi vida no sería vida. Se nota que esta mañana he releído los casi cien poemas de ese verano, afortunadamente embalsamado en Esperanza.

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