Ya había olvidado mi dificultad para conciliar el sueño. Serían
las tres, no lo sé; solo sé que mi cabeza vagó recordando detalles de esos
momentos que marcan un antes y un después. Mi última visita a “Italia”, esa
mezcla dulce ingerida en “22 horas sin dormir”, “Regálame Marte”, “Muérdeme la
boca”, varios de los candidatos a “Fórmula secreta de los abrazos”, por
supuesto J., Océano y Caramelo… pero también un tocayo de Océano: sus palabras
tranquilizadoras el martes pasado. Cada temblor por hipoglucemia en el
gimnasio, todas las pesadillas reales que justifican mi lista de Contra, abandonos,
frases dolorosas, ausencias.
Echo de menos los sueños, dicen que son emisiones nocturnas
del subconsciente. Hace años soñé que estaba tumbada en un jardín, al lado de
un supuesto novio; recuerdo su juego, sus manos acariciando mis piernas. Como era
un sueño, no le vi la cara, pero recuerdo mi sensación, era como si el mundo
empezara de cero. Sin traumas, sin miedos.
Enamorame, amor
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