Ayer fuiste el último, cronológicamente, que habló conmigo;
en cambio, uno de los primeros que más me calmó. En tu ámbito, insuflaste el
oxígeno necesario para desatar un poco ese nudo en el estómago. Con J. no hubo
abrazos, ni manos apretadas ni nada especial, pero supe que puedo contar con
él: rompió su rutina deportiva cuando le dije “Por favor, quédate conmigo”. Pero
las pocas palabras que intercambié contigo fueron, sin duda, de más valor. Rompí
(o romperé) la primera regla de los abrazos, pero sabes? No me importa, los “hermanos”
están ahí siempre, no les hace falta un contrato de permanencia. Y, aunque a
veces la distancia sea un obstáculo, el poder que adquiere el intercambio de
palabras es brutal. Ahora sí que sí, empieza el verano, cóctel de emociones
preparado para ser consumido, paso de Mojitos que tengan mucho limón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario