Siento si repito parte de ayer, pero es que más que un día
único han sido dos.
Mi frase favorita en relación a la lluvia carece de
significado. Como ya te dije, que tú no creíste muy probable, logré relatarte,
casi detallarte, uno de mis peores recuerdos, y no hubo tan siquiera leve
temblor de mis manos. Ese desequilibrio de confianza del que hablaba hace unos días
ha desaparecido. Ha habido lágrimas por ambas partes, aunque en momentos
diferentes, eso es bueno.
Y, cómo no, la comida de ayer me dejó extasiada; allí arriba,
en ese rinconcito italiano, uno frente al otro. Tu cara fue para recordar: te
sorprendió el lugar, “la chispa”… suele pasar. Buen queso, buen vino… pero tú
te enamoraste del risotto. Es más, ahí empezaron las risas tontas; “sé comer”
carece de sentido, te empeñaste en dármelo a probar. La verdad es que tenía un
sabor desbordante. Yo me vengué, por supuesto. Cuando vinieron los segundos
platos te di a probar mi pizza, hubieron tres segundos en los que mi dedo
pulgar rozó la comisura izquierda de tu boca, una tontería más. Me recordaste a
J.; te gusta picarme y ponerme nerviosa. El vino da calor, como siempre; calor
que nos hizo hablar mucho durante el postre. Ahí fue donde te “desnudaste”, a
veces una lágrima lo dice todo. Yo me prometí no llorar, allí no; pero también hablé
de mi parte más cruda del amor. ¿Por qué valoro tanto un abrazo? ¿Por qué odio
las despedidas? Y, dado que soy “VIP”, nos invitaron a una pausa diaria y a un
chupito, el chupito, que prácticamente compartimos. Al volver a la realidad, ya
sabíamos qué término aplicarnos: Hermanos. Es lo más bonito que se me puede
decir. Protección, cariño, permanencia…
Cómo no, te ayudé a estudiar, aunque más bien curioseé y
puse a prueba mis conocimientos mínimos de socorrismo; 57%. Te ayudé a
estructurar tu curriculum; no todas las palabras quedan bien, solo requieren
especificidad y orden.
La preparación de la cena tuvo anécdotas que no sé si
apreciaste. Se llama naturalidad, confianza. Entrar y salir de la cocina y
abrir el microondas o la nevera, sin decir nada; porque no hay que decir nada. “Ábreme
el bote de mayonesa” y, que otra vez, me digas “Sin sangre”. Repito, es que te
encanta enfadarme.
“Venga, que te llevó de fiesta”; a nuestras espaldas “Acompáñala
luego a casa”. Risas. No había mucha gente que digamos, buena música, algún
conocido. Nuevas sustancias para mi cuerpo, más conversaciones personales,
bromas, un empujón cariñoso y, en un momento, nuestras manos se rozaron. Voy cogiendo
habilidades; nunca antes había llevado dos vasos de tubo llenos sin
derramarlos. “Llévame a casa”, me acompañas, te desorientas un poco; lógico, no
es tu sitio. Dos besos.
Esta mañana me he levantado con regusto a wisky.
No hay comentarios:
Publicar un comentario