9 jun 2013

Un dia único


Siento si repito parte de ayer, pero es que más que un día único han sido dos.

Mi frase favorita en relación a la lluvia carece de significado. Como ya te dije, que tú no creíste muy probable, logré relatarte, casi detallarte, uno de mis peores recuerdos, y no hubo tan siquiera leve temblor de mis manos. Ese desequilibrio de confianza del que hablaba hace unos días ha desaparecido. Ha habido lágrimas por ambas partes, aunque en momentos diferentes, eso es bueno.

Y, cómo no, la comida de ayer me dejó extasiada; allí arriba, en ese rinconcito italiano, uno frente al otro. Tu cara fue para recordar: te sorprendió el lugar, “la chispa”… suele pasar. Buen queso, buen vino… pero tú te enamoraste del risotto. Es más, ahí empezaron las risas tontas; “sé comer” carece de sentido, te empeñaste en dármelo a probar. La verdad es que tenía un sabor desbordante. Yo me vengué, por supuesto. Cuando vinieron los segundos platos te di a probar mi pizza, hubieron tres segundos en los que mi dedo pulgar rozó la comisura izquierda de tu boca, una tontería más. Me recordaste a J.; te gusta picarme y ponerme nerviosa. El vino da calor, como siempre; calor que nos hizo hablar mucho durante el postre. Ahí fue donde te “desnudaste”, a veces una lágrima lo dice todo. Yo me prometí no llorar, allí no; pero también hablé de mi parte más cruda del amor. ¿Por qué valoro tanto un abrazo? ¿Por qué odio las despedidas? Y, dado que soy “VIP”, nos invitaron a una pausa diaria y a un chupito, el chupito, que prácticamente compartimos. Al volver a la realidad, ya sabíamos qué término aplicarnos: Hermanos. Es lo más bonito que se me puede decir. Protección, cariño, permanencia…

Cómo no, te ayudé a estudiar, aunque más bien curioseé y puse a prueba mis conocimientos mínimos de socorrismo; 57%. Te ayudé a estructurar tu curriculum; no todas las palabras quedan bien, solo requieren especificidad y orden.

La preparación de la cena tuvo anécdotas que no sé si apreciaste. Se llama naturalidad, confianza. Entrar y salir de la cocina y abrir el microondas o la nevera, sin decir nada; porque no hay que decir nada. “Ábreme el bote de mayonesa” y, que otra vez, me digas “Sin sangre”. Repito, es que te encanta enfadarme.

“Venga, que te llevó de fiesta”; a nuestras espaldas “Acompáñala luego a casa”. Risas. No había mucha gente que digamos, buena música, algún conocido. Nuevas sustancias para mi cuerpo, más conversaciones personales, bromas, un empujón cariñoso y, en un momento, nuestras manos se rozaron. Voy cogiendo habilidades; nunca antes había llevado dos vasos de tubo llenos sin derramarlos. “Llévame a casa”, me acompañas, te desorientas un poco; lógico, no es tu sitio. Dos besos.

Esta mañana me he levantado con regusto a wisky.

No hay comentarios:

Publicar un comentario