Esta mañana me he levantado de la cama sola, como de
costumbre, pero con la piel ardiendo; conste que estoy sana. Sé que se debe al
calor, pero, emocionalmente, podría deberse a un grito por sensaciones.
Puede que un amigo me acompañe a casa y hablemos sin filtro:
es un gran tesoro esa trasparencia, pero nada se sale de la normalidad del
término “amigos”.
Puede que, por una vez, haya desechado la idea de un abrazo;
a veces vale más jugar con sabores y texturas con los consecuentes recuerdos y
risas.
Puede que tenga que retomar mis rutinas deportivas; mi droga
con sus agujetas, tirones y contracturas. La liberación, la seguridad, la
confianza en mí misma y en dicho entorno.
Puede que la ropa se acorte y deje que el sol dé vitalidad a
mi piel.
Puede que haya desistido en ciertos recuerdos; que ya no
quiera Mojito´s, ni piruleta, ni que me muerdan la boca hasta hacer herida, ni
que me llamen Pequeño Saltamontes.
Puede que eche de menos a Sergio; es lógico. Puede que
imagine cada día cómo sería todo con él, pero no vale de nada. No voy a llorar,
porque no cambiará las cosas.
Puede que lo diera todo por un beso lento, por un par de
ojos fijos en los míos, por parar el reloj, por sentir mariposas en el esófago.
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