Tomar café (hacer pausa diaria) con cualquiera, conformarme
con estrechar brazos desconocidos o perderme en canciones desconocidas.
Digamos que son barreras impuestas a mi forma de ser, pero
situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas. Esto me suena de una
película, pero ahora es lo que siento y pienso. “Cualquiera” no es el concepto
exacto; podría decir “un amarillo” o alguien que me conoce pero que yo apenas
conozco. En cuanto a abrazar y hallar refugio es algo que anhelo, echo de menos
ese calorcito, y, honestamente, no me importaría ser la parte activa del abrazo:
la trasmisión de energía surte el mismo efecto en ambas direcciones, creo. ¿Y qué decir de las canciones? Sí, soy
coleccionista. Siempre he apostado por versiones lentas y cargadas de amor,
pero ya no. El agudo de la música Heavy o la simpleza del Soul equivalen a la
misma sensación, erizan la piel de mis oídos.
Por supuesto que sigo apostando por mis sueños, por mi “cuento
imperfecto”, pero, hace tiempo, aprendí a vivir todo lo demás.
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