10 oct 2013

Vamos a ver


¿Por dónde empiezo? Ni siquiera hay un orden de cantidades; miedo, debilidad, impotencia, añoranza, rabia…

Vuelvo a echar de menos a Sergio, como en todos los momentos verdaderamente difíciles. Sigo creyendo que todo lo que ocurra en mi vida son baches que podré esquivar. He gritado, literalmente, su nombre entre lágrimas; tarde o temprano me ayudará.

Tengo miedo a la soledad, la penumbra, la ausencia de una luz, aunque sea pequeñita y no muy cercana. La autosuficiencia es terreno desconocido para mi corazón; siempre se apoya en “amarillos” ya sean familiares o amigos. Y, tal vez, por eso tenga ganas tremendas de ver a Jasmine, Tato, Océano, J.… todas esas personas que forman parte de mi historial vital.

Me esfuerzo en hacer vida normal, comer como siempre, hidratarme y no echarme a llorar. Pero es imposible, la debilidad me asalta en momentos inoportunos; hablando con una vecina, tendiendo una lavadora o sacando al perro. Abrazar a mi oso grande de peluche ya no me sirve de casi nada.

Tampoco imaginar una respiración tras mi espalda para conciliar el sueño. A veces rozo mi tripa con mucha suavidad, me estremezco y cierro los ojos para imaginar que no estoy sola, que el universo oculto bajo mis sábanas es real, que no tengo miedo del mundo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario