¿Por dónde empiezo? Ni siquiera hay un orden de cantidades;
miedo, debilidad, impotencia, añoranza, rabia…
Vuelvo a echar de menos a Sergio, como en todos los momentos
verdaderamente difíciles. Sigo creyendo que todo lo que ocurra en mi vida son baches
que podré esquivar. He gritado, literalmente, su nombre entre lágrimas; tarde o
temprano me ayudará.
Tengo miedo a la soledad, la penumbra, la ausencia de una
luz, aunque sea pequeñita y no muy cercana. La autosuficiencia es terreno
desconocido para mi corazón; siempre se apoya en “amarillos” ya sean familiares
o amigos. Y, tal vez, por eso tenga ganas tremendas de ver a Jasmine, Tato, Océano,
J.… todas esas personas que forman parte de mi historial vital.
Me esfuerzo en hacer vida normal, comer como siempre,
hidratarme y no echarme a llorar. Pero es imposible, la debilidad me asalta en
momentos inoportunos; hablando con una vecina, tendiendo una lavadora o sacando
al perro. Abrazar a mi oso grande de peluche ya no me sirve de casi nada.
Tampoco imaginar una respiración tras mi espalda para
conciliar el sueño. A veces rozo mi tripa con mucha suavidad, me estremezco y
cierro los ojos para imaginar que no estoy sola, que el universo oculto bajo
mis sábanas es real, que no tengo miedo del mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario