24 mar 2014

En casa

Sigo pensando que todos llevamos un pequeño masoquista. En este caso, a veces es necesario un espacio de tiempo para disfrutar con más ganas de la cercanía, las caricias, el cosquilleo, los olores, los besos, las risas, el estado de embriaguez por el amor, café con demasiado azúcar y cinco minutos de sueño profundo.

Pero, a decir verdad, es mucho más que eso. Es la primera vez que me he reído tanto, igual que la primera vez que tu hermano abre la puerta mientras estamos recostados en tu cama. Hoy me he olvidado totalmente de tus peluches… total, te tenía a ti. Has vuelto locos mis puntos débiles, y mi piel aun sigue totalmente erizada. Y varias veces me has producido ese “mareo” que antes sólo soñaba: felicidad en estado puro. Tal vez resulte ser la misma euforia de cierto miércoles.

CARICIAS. ¿Qué decir? Mi piel nunca había experimentado tal combinación, nunca se había estremecido tanto y con tan poco. Igual que mi cuerpo jamás había estado tan perceptible. Remontamos a cierto bar; siempre he temblado cuando rozan mi cintura: contigo no. Ni ese día, ni hoy. No tiemblo porque confío en ti y mi cuerpo lo sabe. Tampoco nunca me habían besado el cuello, ni la boca con esa dulzura. Nunca me había estremecido sintiendo ese tremendo ardor en cada centímetro de mi cuerpo. Nunca me había sentido tan “en casa”, la verdad; últimamente, ni siquiera en la mía. Pero eso tú ya lo sabes. Parece que la única manera de “estar en casa” es estar contigo.


Y lo que más me ha chocado, al principio, es la familiaridad del olor de tu portal. Una tontería, pero aun así extraña, ¿no crees?

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