No quiero planificar. Minutos, horas, tardes… ¿para qué? Me
gusta sonreír cuando mi corazón sonría, besar cuando mi boca necesite tus
labios y abrazarte cuando tenga frío. Pero nada más. Me encanta estar contigo,
ver el brillo de tus ojos y la forma en que sonríes cuando estoy cerca de ti. Ayer
mismo lo viste; contigo los relojes desaparecen, y por eso tengo que estar
pendiente de la hora que es. Porque me da igual la fecha, la hora que sea y el
lugar donde estemos. “Contigo” tampoco significa cercanía física; bien puede
suceder cuando releo tus mensajes, cuando oigo tu voz al otro lado del teléfono
o cuando recuerdo tu respiración. En esos momentos, podría decir que te siento
tan cerca que percibo hasta el sonido de tu risa tímida.
También te dije en Mucho más que un bar de copas que ya no
es una expresión de blog; no quiero conocer a nadie más. Cada vez más personas
te “meten miedo” con “Cuídala”, pero siempre sobra. Nadie me cuida como lo haces
tú, ni podría hacerlo. Te preocupas por mi alimentación, mis horas de sueño, mi
estado anímico, mis contracturas, mi felicidad.
Hola, universo. Hace cosa de un año, tal vez menos, que me referí
a ti en un blog. Quería darte las gracias. Por fin parece que estás haciendo
justicia. Gracias, de verdad. Sé que no tengo mucha paciencia, pero bueno. Al final,
ya sonrío. Ahora solo te pido una cosa. “No me dejes perderle”
No hay comentarios:
Publicar un comentario