Reconozco que la noche pasada no descansé bien. Reconozco que
sincerarme contigo no es nada nuevo. Reconozco que en esos ratitos me pongo muy
dulce.
Pero, ¿sabes qué? Me da igual, me encanta. Sí, me encanta
ser yo misma y que nadie recrimine mi dulzura. Me encanta saber que los mimos
son sinceros, no pura estrategia. Me encantan los besos lentos; me encanta reír.
Me encanta confiar como confío en ti. Me encanta no tener ningún miedo. Me encanta
soñar y planificar lo justo y necesario para sonreír. Me encanta compartir. Me encanta
que rocen mis puntos débiles y sentir esos escalofríos; me encanta temblar. Me encanta
tu sonrisa, el sabor de tus besos y las cosas sencillas; sencillas como parar
cualquier reloj con sólo besarnos, o simplemente mirarnos.
Comprendo que estamos en un mundo paralelo. Ya da igual
dormir o no; siempre tenemos ganas de vernos o de escuchar la voz del otro. Nos
importa más bien poco lo que suceda a nuestro alrededor. Mi forma de decir te
quiero son palabras, la tuya es mágica. No diré “caricias”, porque es más que
eso. Es una combinación de contacto físico, suavidad, cosquilleo cálido, brillo
peculiar en tus ojos y también protección garantizada.
Hoy, entre otras cosas, te he hablado de mis mayores miedos;
el origen de mis fobias, mi perplejidad ante “justificaciones” de mi historia. Pero
también esta mañana te he hablado de algunos de esos sueños que de niñas es tan
fácil contar; mis metas en la vida, mis ideas. Pero lo dicho: ME DA IGUAL. Hace
no tanto sentía pánico a estar en cualquier espacio cerrado particular con un
chico, sin importar los metros cuadrados. Ahora el espacio se reduce a una habitación,
y el miedo se transforma en comodidad; hay quien puede tomárselo como “jaula”,
pero para mí es un colchón mullido sobre el que desprenderme de mis problemas
diarios. Todos tenemos problemas, lo sé. Y no debería utilizarte, también lo
sé. Pero qué más da. Nos gusta pasar tiempo juntos, nos gusta compartir, nos
gusta ser más nosotros y nos da exactamente igual lo que piensen los demás. Me da
igual quedarme medio dormida en cualquier bar recostada sobre tu hombro. Me da
igual que gente de nuestro entorno nos piquen con que parecemos tontos. ¿Y
sabes por qué? Creo que esta “tontuna automática” es necesaria para hablar de
amor. Y el amor es tan necesario como respirar, sino más, para ser feliz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario