13 may 2014

Divergente

Me quedo con la segunda acepción

   Que tiende a no coincidir con las ideas y tendencias sociales, culturales o económicas de otro u otros.

Romanticismo y París. Hippie y drogas. Cristianismo y contra el aborto. Cielo e infierno. Pobreza e infelicidad.  Ahorro y avaricia. Deportista y culturista. Camarero y gigoló. Enamorad@ y feliz (*).
Son algunos de los muchos términos que TODOS asociamos al momento, sin poder evitarlo. Y es el resumen de un gran prejuicio. Lo peor es que el 90% del mundo se niega a aceptar este error. Que seas italiano no significa que comas pasta cada día, ni un francés tiene que ser romántico o un español saber torear. Ejercer de bombero no elimina el miedo.

(*)
Hay personas que transforman la confianza en vulnerabilidad, manipulan a la otra persona y le impiden cualquier tipo de queja o réplica. En otras palabras, le roban el oxígeno. ¿Maltrato psicológico? Yo prefiero llamarlo tortura emocional terminal.

Por suerte, existen personas con una seguridad personal enorme que se niegan a que nadie decida por ellas. El miedo en lugar de cerrarse sobre sus corazones, les hace despertar. Es entonces cuando se burlan en la cara de todo lo demás. Puede que no sea fácil catalogarlas en “fuerza”, “rencor”, “debilidad”, “masoquismo”, “conformismo”…

Sí, solo hay una vida, y todo el mundo espera que hagamos lo que debemos. Pero solo nosotros tenemos el poder de equivocarnos o acertar.


Mi meta en al vida ha sido muy clara, siempre. Los medios o motivos han podido variar, pero, cuando te vas de vacaciones, te dicen ¿A dónde vas? o ¿Qué tal en ese sitio?; poco importa cuánto tardase el avión. Puede sonar radical, pero yo me alegro de haber cometido todas y cada una de las locuras que he vivido. De no haberlas cometido, seguramente ahora no sería tan feliz. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario