Han pasado
tres noches desde que dormiste en casa. 72 horas, si no es menos.
Desde entonces,
reflexiono a menudo y en bastante profundidad sobre cuestiones “físicas”. La familiaridad
de tu olor, el juego de mis dedos entre tus rizos. Ya pesar de que haga
demasiados días que no voy a tu casa, a casa, en cuestión de horas allí estaré.
21 días es más que suficiente para echar de menos tus peluches, la colcha de tu
cama o el teclado de tu ordenador.
Sobra decir
que la magia del principio ha evolucionado. Sigue existiendo, por supuesto,
pero la confianza, es plena, como ya dije.
Soñar contigo
ya es una costumbre, pero lo mejor es que cuando despierto también estás. Eres real.
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