Dos personas. Dos corazones. Dos sonrisas diferentes pero
comunes. Dos casas.
Se ha convertido en algo habitual el ver cómo me ayudas a
preparar la comida o acompañarme a comprar el pan. Hoy, ya lo sabes, me ha
gustado ver que cortas el pan como cualquiera de mis familiares. También se ha
vuelto habitual la ironía, las cosas dichas del revés.
Pero, ¿sabes lo mejor? Ya no hay “mis” o “tus” amigos; ahora
es “estos”. Ya no hay “tu” ni “mi” casa. Y más de lo mismo con canciones o
expresiones habituales.
Me encanta ver que dos meses ha sido tiempo suficiente para
esta confianza, esta transparencia y, llámame egoísta pero lo más importante,
esta felicidad. Aunque ahora que lo pienso, esta emoción es mutua.
¿Qué puedo destacar de este tiempo? Que no habría imaginado
tener la comodidad que tengo con tu casa y tu familia; claro ejemplo, tu
hermano el otro día, cuando acababa de despertarme. Que me emociona cocinar o
ir a la compra junto a alguien. Que por fin estoy ocupándome de mi salud. Que
me arrepiento más que mucho de mis momentos de debilidad.
Que soy feliz, gracias a ti. Y sé que no debo ni puedo depender
de nadie; pero es que tampoco es así. No te necesito a ti; necesito las
bocanadas de aire que me dan tus latidos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario