Enredar mis manos en tus espalda, mis piernas con tus caderas y mi lengua con tu piel.
La puta manía de mirar como enfermos mentales a quienes hablamos de sexo.
Pero es que no es cuestión de orgasmos; lo necesario, lo esencial, es estar juntos.
Contarnos miedos y sueños a través de poros dilatados.
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