29 ene 2016

Patito

No entiendo por qué ahora, de esta manera.

Me afectan vacíos de hace años.
Siguen estando, no estoy loca, por eso mismo siguen doliendo.

Pero nunca pensé que tanto.

Soy fuerte cuando hay que serlo, quedó demostrado.
Pero la armadura la tengo en el trastero, como las maletas.

El resto del año voy disfrazada de porcelana.
Lo malo de tanta imaginación es que al final me creó el personaje.

Tal vez lo fui. Antes de empezar a ser fuerte.

Mi armadura fue como el uniforme del colegio. No lo eliges, no importa si te gusta. Es tu talla, sobra.

Lo malo es que el origen tira, y siempre buscó suavidad, seda que no abriga, tutús que dejan todo al descubierto.

Ay, las caídas en medio de una actuación; las torceduras de tobillo que hay que ignorar.

Conocéis el Cisne negro?
Oh, qué duro, qué fuerte.

Qué triste.
Por ser siniestro, por parecer fuerte, no tiene derecho a ser débil y ansiar compañía.

Como el patito feo. Por ser diferente, se acostumbrará a estar solo.

Al final del cuento el patito crecía, y todo cambiaba.

Cambiaré si he de hacerlo o la situación.
Sólo necesito crecer otro poquito más; la armadura se me ha quedado pequeña.

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