Siempre hay noches que dejan un sabor amargo al día siguiente.
"Parches" superados que el subconsciente insiste en recordar.
Mi niño, hoy no va contigo la cosa. De hecho gracias a ti conseguí no tener miedo mezclado con asco a un género entero.
Queridos otros:
Aún recuerdo cada mirada de posesión, cada vez que no me creísteis cuando dije que tenía miedo; cada orden, cada mentira creída.
Recuerdo cuando revivía el desgarro muscular en clase, sólo que en el sueño había manos que insistían en que volviese a pliés imposibles.
Recuerdo la oscuridad, la falta de aire.
Lo peor son los olores.
No sé si será cierto o sólo excusa para rellenar un libro de Marc Levy, pero, si la memoria olfativa es ilimitada, puedo asegurarlo y odiarlo.
Parece absurdo, pero preferiría recordar con nitidez 100% todo lo demás y poder desprenderme de los aromas.
Olor a sangre, a neumático quemado, a ciertas colonias masculinas, a trasteros, a hospital, a humo.
Porque olvidar la presión de manos que retienen, las cosas que no llegaron a suceder... es más sencillo.
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