23 sept 2016

La gracia de un lunar

Últimamente pienso demasiadas cosas, demasiado deprisa.
Y se me escapan mil cosas que escribir.

Pero hace tres minutos, intentando apuntar los títulos de todas las películas que quiero pedirte, me he topado con ese lunarcillo, no muy oscuro, no muy grande, pero que está ahí desde siempre, al borde de un escote redondo.

Hablo de él porque, por increíble que parezca, no hace tanto que soy consciente de él.
Fue cuando empecé a no despreciar tanto mi cuerpo, cuando dejé de tener miedo.

Qué gracioso, un lunar que me lleva a tantos pensamientos.

Sabes? También intento recordar todas las películas que vi contigo, y no lo consigo.
Las mejores fueron las que apenas recuerdo; TED porque me quedé dormida aún siendo sólo amigos, Bella y bestia por más de lo mismo... y ni recuerdo más.

También, me vas a llamar loca, pero qué importan las películas, esas vidas ajenas, reales o inventadas, que no son nuestras.

Yo me quedo con los lunares, los abrazos de amigo, las comidas por ahí con tu madre e incluso los billetes de 5€ que me puede pedir tu hermano para el bus.

Me quedo con eso porque, para quedarme con películas o experiencias sexuales, podría ser cualquier persona con cualquier historia.

Puede que un lunar sea simple, pero no. Me he dado cuenta de por qué me siento cómoda cuando un pijama me puede quedar grande.

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