ser bailarina no es fácil, ni frágil.
No equivale a split ni puntas, ni moños.
Una bailarina ama la música, los pianos más concretamente.
Una bailarina no compite ni presume, de eso se encargan los representantes y si acaso algún familiar.
Una bailarina no se rinde.
Una bailarina es masoquista en cierto aspecto; se enorgullece de sus arañazos contra el suelo, estira sus tendones más allá de lo soportable, para mejorar.
Una bailarina cuida su cuerpo y su alimentación no por placer sino por respeto a él.
Disciplina, respeto, dolor, orgullo, pasión, interpretación.
A una bailarina se le parte el mundo cuando no es capaz de ser ella misma, pero se adapta como puede e intenta seguir a su manera.
No hay edades, ni tiempo tope de retiro, ni tallas, ni NADA que lo hagan imposible.
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