Me parece la mejor manera de escribir. No quiero obcecarme
con el océano, ni el caramelo, ni Jorge, ni Sergio. Ni siquiera con el amor
como tal.
¿Por dónde empiezo? Pues bien, me parece que tú y yo sabemos
muy bien que no me voy a rendir; sabemos que hay mil contrariedades que alejan
la probabilidad de los objetivos, pero siempre he sido una mujer apasionada por
los retos. Hay retos que duelen, pero por eso mismo gustan. Correr una triatlón
o, en mi caso, estrenar una tabla de ejercicios. Claro que hay agujetas al día
siguiente, pero en una semana se te olvida. Cuando te acostumbras a esa pequeña
molestia post-ejercicio, están los preciados estiramientos o el dichoso pique
de superación. Y pruebas cosas nuevas, ves que puedes con ellas y que te
gustan.
Universo, tú y yo también sabemos que mi sueño está más allá
de la satisfacción de un día de ejercicio. He “idolatrado” estrellas
fluorescentes llamándolas Esperanza, he dejado escritas a tinta en mi piel seis
letras y, cómo no, jamás me rendiré no hay agujetas, jaquecas ni depresiones
que me quiten los sueños. Siempre te he tratado lo mejor que he podido y sé que
es cuestión de tiempo que me devuelvas el favor.
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