He pensado y… no puedo pedirte que me
quieras, no puedo pedirte que seas algo más que mi amigo. Que me ayudas y te
preocupas por mí, vale, pero ya está. Me va a costar dejar de mirarte con amor,
pero serás mi amigo, una amistad especial, por los reencuentros del destino.
Sé que parece la excusa fácil para
dejar de comerme la cabeza (caramelo y océano), pero es lo mejor. Para ti, para
mí y para el caramelo. Seguiré tomando café, por supuesto, pero el té siempre
me convendrá. Para hidratar mi reseco corazón y para otorgarme la misma calma
que tus ojos oceánicos, cuando tú no estés; que será muchas veces. Ya sabemos
que tú en verano casi desapareces.
Me molesta haberme confundido tanto,
otra vez. Porque no he hecho nada, tal vez podría haber hecho “algo”. Quién sabe.
A partir de ya, no voy a pensar en ti. Siento materializarte pero… has sido un
capítulo más de mi blog, un error más de mi corazón.
Sé que me estoy contradiciendo a mí
misma. Durante un mes te he ensalzado en cada frase. Me das paz con tus palabras
o tu mera presencia, no lo niego. Pero ya está. No hay nada más. No habrá nada
más. Siempre serás alguien especial para mí, y me costará no dirigirme a ti en
mis blogs, pero eres una etapa. Como Jorge, como Sergio. Tal vez una mezcla de
los dos. Parte de amor puro y parte de deseo. Sigo deseándote ante todo
felicidad porque la mereces.
Y tal vez el caramelo me produzca
caries, tal vez resulte ser de un amargo sabor regaliz, pero tendrá más sentido
equivocarme con él que lanzándome al mar. Él mismo propuso la idea.
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