Siempre es bueno mantener contacto con esas personas que han
marcado un antes y un después; se pueden romper las rutinas. Se puede ir al
mismo bar de siempre. Se puede tomar gominolas aun no siendo goloso. Se puede
beber cervezas. Se puede hablar de familia. Se puede buscar besos. Se puede
cantar el cumpleaños feliz a coro con algún camarero. Y, cómo no, se puede mal
influenciar a partes iguales.
Me había propuesto escuchar, más que hablar; de hecho, aun
siendo improbable, habló. Pero la típica pregunta “¿Qué tal de chicos?” abrió
la caja de secretos. Se lo dije todo, absolutamente todo. Nuestra historia,
cada frase cruzada, cada circunstancia… y, como buen camarero (léase psicólogo),
me dio tres posibilidades. También sentenció mis sentimientos, ésos que ni yo
misma tenía claros. Y, cómo no, salió una gran frase de Pitbull: El que ama,
sufre. El que sufre, lucha. Y el que lucha, gana. Esperemos que tenga algún sentido.
La circunstancia de la edad le pareció patética, él mismo tuvo alguna relación con
diferencias más evidentes. “No seas tonta, se ve que estás loca por él”. De
hecho yo le dije que tenía muy claro que lo que tuve con él fue calderilla. Si
me dijeran que tengo que ir a China, perder mis estudios, mis amigos, mi
familia… TODO, para tenerte, ya estaría sacando el billete. Tampoco me vale “a
lo mejor se te hace tarde” porque, antes que mi necesidad de tenerte, opto por
tu felicidad plena. No me importa ser tu segundo plato, ni tercero, ni cuarto,
ni sexagenario. Quedar con él me ha servido para relajarme, divertirme y, sobre
todo, para subir mi autoestima. Pero también para aclararme con respecto a ti. “a)
Estás loco por mí b) Eres gay ó c) Estás con otra”. B imposible, y la C es poco
creíble.
A pesar de haber despertado con moratones en los labios,
tengo claro que este sentimiento existe y puede tener un sentido
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