Tras el trayecto en coche, no estaba mareada. Presioné el
timbre y me abriste tú. “Hola” Dos besos. “Ven, que te enseño la torre”.
Subimos setenta y cinco metros de altura mediante unos escalones terroríficos;
cada cierto tiempo, tenemos que parar a recuperar el aire y cercioramos que
ambos sufrimos leve taquicardia. Ya arriba, contemplo la vista; es más, me
quedo con el horizonte teñido de verde.
En el descenso te pido que me des seguridad, que me des la mano; ya al
bajar, comentas que soy insegura. Qué novedad. Aun no está lista la comida, y
decides invitarme a un pincho en un bar. Un mega-pincho, mejor dicho. Al final
quedó la mitad abandonada sobre la barra. La verdad es que hablamos de muchas
cosas personales. Prefieres no comer, y te tumbas en el sofá. Yo, mientras,
como frente a Sergio (hacía mucho tiempo que no podía decir esto). Tú sigues
durmiendo y yo decido bajar a disfrutar del sol que abrasa las calles. Un cafecito
con hielos. Y nos volvemos a ver. Has quedado con unos amigos, y me propones
que me una. No estaba en mis planes consumir ciertas sustancias líquidas, en
realidad no importaba mucho: solo el valor de volver a beber dicha mezcla.
Risas locas antes de cenar. Más tarde, riñas: “Ese vaso me lo he agenciado”.
Tres vasos, el último bebido muy rápido. Empieza a hacer efecto. Larga caminata
en busca de un amigo, creo recordar. Otra caminata. Libertad; para mi sorpresa,
no habrá que salir corriendo en ningún momento. Un tropiezo; pequeña torcedura
de tobillo, clásico. Seguimos caminando. Llegamos a nuestra primera parada. Nos
“hidratamos”, sobre todo a base de risas y vaciladas. Las luces de las farolas
bailan. Reanudamos el camino, esta vez hacia un futbolín – no emocional -. Me hacen gracia varias canciones, las
echaba de menos. Aunque en realidad no percibo con mucha nitidez la letra, pero
las conozco. Estacionamos a unos cincuenta metros del bar; más sinceridad, más
cercanía, una confesión más cercana. Pero vuelvo a casa y tú sigues disfrutando
de tus amigos. Decido no dormir, prácticamente esperarte a que entres por la
puerta con tus amigos y un desayuno un tanto extraño. Me entra sed y, a ciegas,
llego a la cocina. Poquito después, entrais vosotros se me nota en la cara las
horas sin dormir, el cansancio y parte del aburrimiento, pero decido
acompañaros con un café cortado. Mi risa se ha vuelto histérica. Ya poco
importa el grado cómico de los comentarios. Rio a lo loco. Gracias por este
dia. Creo que nunca lo había pasado tan bien con gente tan nueva para mí.
Enamorame, amor
No hay comentarios:
Publicar un comentario