12 may 2013

22 horas sin dormir



Tras el trayecto en coche, no estaba mareada. Presioné el timbre y me abriste tú. “Hola” Dos besos. “Ven, que te enseño la torre”. Subimos setenta y cinco metros de altura mediante unos escalones terroríficos; cada cierto tiempo, tenemos que parar a recuperar el aire y cercioramos que ambos sufrimos leve taquicardia. Ya arriba, contemplo la vista; es más, me quedo con el horizonte teñido de verde.  En el descenso te pido que me des seguridad, que me des la mano; ya al bajar, comentas que soy insegura. Qué novedad. Aun no está lista la comida, y decides invitarme a un pincho en un bar. Un mega-pincho, mejor dicho. Al final quedó la mitad abandonada sobre la barra. La verdad es que hablamos de muchas cosas personales. Prefieres no comer, y te tumbas en el sofá. Yo, mientras, como frente a Sergio (hacía mucho tiempo que no podía decir esto). Tú sigues durmiendo y yo decido bajar a disfrutar del sol que abrasa las calles. Un cafecito con hielos. Y nos volvemos a ver. Has quedado con unos amigos, y me propones que me una. No estaba en mis planes consumir ciertas sustancias líquidas, en realidad no importaba mucho: solo el valor de volver a beber dicha mezcla. Risas locas antes de cenar. Más tarde, riñas: “Ese vaso me lo he agenciado”. Tres vasos, el último bebido muy rápido. Empieza a hacer efecto. Larga caminata en busca de un amigo, creo recordar. Otra caminata. Libertad; para mi sorpresa, no habrá que salir corriendo en ningún momento. Un tropiezo; pequeña torcedura de tobillo, clásico. Seguimos caminando. Llegamos a nuestra primera parada. Nos “hidratamos”, sobre todo a base de risas y vaciladas. Las luces de las farolas bailan. Reanudamos el camino, esta vez hacia un futbolín – no emocional  -. Me hacen gracia varias canciones, las echaba de menos. Aunque en realidad no percibo con mucha nitidez la letra, pero las conozco. Estacionamos a unos cincuenta metros del bar; más sinceridad, más cercanía, una confesión más cercana. Pero vuelvo a casa y tú sigues disfrutando de tus amigos. Decido no dormir, prácticamente esperarte a que entres por la puerta con tus amigos y un desayuno un tanto extraño. Me entra sed y, a ciegas, llego a la cocina. Poquito después, entrais vosotros se me nota en la cara las horas sin dormir, el cansancio y parte del aburrimiento, pero decido acompañaros con un café cortado. Mi risa se ha vuelto histérica. Ya poco importa el grado cómico de los comentarios. Rio a lo loco. Gracias por este dia. Creo que nunca lo había pasado tan bien con gente tan nueva para mí.



















Enamorame, amor

No hay comentarios:

Publicar un comentario