Quería darte las gracias por animarme, por cada vez que me
llamas peque o guapa; también por darme ese empujoncito para vencer los ataques
de ansiedad. Ayer oí por primera vez tu voz al otro lado del teléfono, y no
estaba nerviosa. Un día antes compartí estancia con “Océano”; y la cosa cambia
mucho. No tuve ansiedad, pero no gracias a él. Es uno más, sin ningún extraño
poder sobre mi ánimo. Y me pone nerviosa ver que tú empiezas a darme paz; no
nerviosa sino loca. Porque no quiero correr, pasito a pasito mucho mejor; puedo
pensar que, vale, me cambias, pero, en lugar de paz, prefiero llamarlo
tranquilidad. Prácticamente es lo mismo, pero suena mucho más natural. Sigo fantaseando
con cierto comportamiento tuyo, intentando que se ajuste a lo que yo quiero. Me
estoy ilusionando, lo sé, y no lo soporto. Pero es que te lo estás ganando a
pulso, por ahora; me tratas de manera dulce sin dejar al margen la realidad y, como
ya he dicho, me has dado el empujoncito que necesitaba para reconocer que la situación
no merece que me hunda. Es una tontería, pero lo valoro muchísimo, tal vez más
de lo necesario. Quisiera que tuvieras accesibilidad a otro tipo de comunicación.
Y sé que ahora eres tú el que necesita un empujoncito para
un pequeño avance, no se me olvida; por eso te transmito toda la suerte que cabe
en frases escritas.
(Vuelvo a firmar cada entrada, aunque no estoy segura de que sea lo más adecuado)
Enamorame, amor
No hay comentarios:
Publicar un comentario