Necesito estar contigo, Caramelo. No hace falta que me
abraces ni que me digas nada en especial; solo estar contigo, desconectar. Hay
épocas en las que todo parece salir mal, ya no es por gente que moleste sino
por distancias, abandonos. Se supone que los amigos arropan cuando hay frio,
pero han decidido olvidar mis súplicas de ayuda y reclamar mi “compromiso” con
ellos. Sé perfectamente que la amistad consiste en dar, no solo recibir, pero esto
es como una hipoteca; antes del desahucio hay un plazo mínimo para no ahogar a
dicha persona. Bien, pues pasa igual. Tú, por mucho que hables de mis traumas,
no metes prisa, porque no puedes pretender que viva a tu antojo. Como nadie
puede ser superior a otro igual.
Tampoco quiero “huir”, es una pausa. Nadie puede hipotecar
una vida sin ser de mutuo acuerdo. Solo pido un tratamiento, tal vez un mes,
dos… Nadie asegura el tiempo de una “rehabilitación emocional”. Y no por usar este
término quiero acusar daños a terceras personas; asumo mi responsabilidad al
encapricharme y soñar.
Será un verano como los de antes: sin planes, sin ataduras y
con el mínimo miedo posible. Dejaré el miedo arrugado entre mis sábanas. Comeré
platos italianos, procuraré no emborracharme, tostaré mi piel bajo el sol y
procuraré no llorar.
Enamorame, amor
No hay comentarios:
Publicar un comentario