15 dic 2013

Café helado


He dado con un nuevo rincón; allí hay estilo, hay autenticidad y también hay imaginación.

Aun me sorprende el poder que tienen las malas rachas. Da igual que apenas conozcas a alguien; le cuentas tus problemas, compartes café e incluso lloras de risa, te emocionas y buscas cualquier mirada cuando sientes que te ahogas.

Sientes tan claros unos recuerdos que se te escapan por la boca sin que dé tiempo a nada. Los mareos, cómo no, están ahí. Y lo peor no es mi incapacidad por soportar.

Sino que NO entiendo, no encuentro salidas, no veo por ningún lado esa dosis de esperanza que llevo incorporada desde hace años.; y me ahogo. Ya no es que tenga la tensión baja, que como poco o que haga calor o ruido. Me mareo porque el miedo que tengo me corta la respiración y todos sabemos que un cerebro sin oxigeno no hace mucho.

Sé que he prometido a “Furby” mencionarle en una entrada, pero está visto que mi mente no necesita hacer referencia a ese café con helado de nata sino gritar que está de miedo hasta las cejas. Y no es miedo a la oscuridad o a la soledad. Es miedo a desquiciarme, miedo a que la realidad pueda conmigo, miedo a que un pitido de oídos me haga explotar como una olla express.

Y sé que el mejor momento para explotar era con Furby, uno frente al otro, con ese café helado. Pero ha sido imposible. Él ya sabe que me llevo mejor con las letras. Así que una vez más, mi pobre teclado de ordenador tendrá que soportar mis embestidas, con razón se me han borrado ya algunas letras.

¿Sabes qué pasa, querido teclado? Que echo de menos a las personas que aparecen en mi vida y la llenan de color, porque siempre se van. Sin decirme porqué se van, en qué me he equivocado, si les he tratado mal o lo que sea. Y además estoy enfadada, porque, si solo fuera echar de menos, lo entendería, pero también toca tragar y tragar. Y yo tengo el estomago pequeño. Y recuerdo haberlo estudiado; el estómago, cuando está lleno, tiene una válvula que se llama “cardias” o algo así. Pues eso, que estoy hasta arriba de tragar basura. Digamos que me siento como un puto vertedero. Que si la contaminación ambiental, el reciclaje y la madre que lo parió a todo. Hay quien opina que Greenpeace , por mucho que vaya de desinteresada, es una absoluta interesada. Pues me pasa lo mismo. Dios, karma o lo que quiera que decida las cosas se está descojonando en mi cara mientras me dan las primeras arcadas por sobrecarga.

Y cómo no, esta Océano h. Un completo amarillo, un imbécil, un saco de boxeo a distancia. Que solo recibe hostias y gritos al otro lado del teléfono. Que aun así se dirige a mí como “niña”, que no ha recibido nada positivo de mí. Que no para de darme consejos, como ese helado de chocolate, y aunque no le haga caso siempre tiene preparado un abrazo perfecto. Su voz dulce, que me da hasta calor en el esófago, ese “mi niña”, “cielo” o “”amor”. Que me dice que soy su osito de peluche cuando es completamente lo contrario.

Lo peor es que a Océano h ya le conocía, pero a Furby no. Y llámame loca, querido teclado, pero, tal vez  por los cafés o porque me esté volviendo loca, quiero pensar que Furby va a ser un amarillo. No sé por cuánto tiempo, pero me gustaría escribir más a menudo ese “mote” en mi blog.

No hay comentarios:

Publicar un comentario