Océano se acuerda de mí y me pregunta qué tal estoy. Lo mismo
que Criso o Tato. A veces no hace falta la cercanía física. La semana pasada
tenía excusa para sentir escalofríos, ya no. Y ahora es cuándo menos me
desprendo de ellos. “El mundo no va a esperar a que yo esté lista”, lo sé, lo estoy
comprobando. Y a qué nivel. Llorar como una loca en mi casa, mientras escribo,
tendiendo ropa o cenando, da igual cuándo.
Es gracioso que mis entradas queden tan poéticas, tan
aparentemente curradas, cuando son tan puras, tan poco meditadas. Tengo demasiadas
horas al día para pensar qué escribir y con qué palabras. Demasiados pensamientos
confusos. Demasiadas dudas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario