Terminando una botella de licor dulce, dejándome llevar por
instantes inesperados de lágrimas, meciendo a un bebé de un mes… y echando de
menos demasiadas cosas.
Una excusa más para llenar mi estómago al límite, para
recordar sabores.
Total, son excusas para permitir caprichos, más allá de los
regalos o el marisco. Sí, hemos cambiado de año y celebrado que hemos podido
hacerlo. Pero recuerdo esa frase “Cada cambio es una muerte” o viceversa. Más que
nunca he tenido que tirar de sonrisa de maquillaje, más que nunca he sentido
soledad y desorientación. ¿Feliz año? ¿Qué todo siga igual? No quiero que siga
igual, no puedo soportar mucho más tiempo en esta situación.
Y ya no estoy empeñada en encontrar príncipe, ni besos, ni
compartir cafés. Busco sonrisas. Sin plantearlo, doy gracias, una vez más, a
Albert. Me da que necesito una de sus brújulas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario