Puede que últimamente no lleve cuenta exacta de los libros
que presto, antes sí. Pero con Ele me acuerdo de todo. Desde cuando le dejé La canción
de Annie hasta el abrazo que me ha dado antes de irse a su casa. También recuerdo
que el primer día que me habló de ella yo llevaba un abrigo nuevo, el de la
capucha de peluche; y que llovía muchísimo. Recuerdo cada tarde que pasaba por
su portal para hacer intercambio de libros. El día que “celebré” mi veinte
cumpleaños, tras esas bravas, vino un rato a mi casa. También un día, recién salida
de estudiar. Jamás olvidaré ese plato de paella que no apuró del todo por estar
conmigo un rato. Recuerdo la visita de mis reinas magas. Y recuerdo esta cena
perfecta.
Gracias, Ele. Por tu
temprana madurez, por darme tanto, por compartir más que risas. Por tus
lágrimas confiadas y tus sonrisas improvisadas, esas que contagian. Gracias, de
verdad, por esperarme siempre. Por animarme cuando me siento tan sola, aun sin decírtelo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario