Con ella hay vida y alegría; sin ella hay muerte y soledad.
Es tan sencilla de conseguir como encender una lámpara o una
linterna. A veces cuesta encontrar el modo. Pasa igual que en las relaciones;
hay un abismo entre la amistad y el amor, pero, a menudo, resultan ser
demasiado similares.
Quienes me lean, y me conozcan, sabrán que tengo
oscurofobia. Y comprenderán que lo que más miedo me ha dado siempre es estar
sin luz, sola. Últimamente todo el mundo usa bombillas de bajo consumo,
creyendo que sirve de algo, pero su luz no basta. Parece que ya ni te quieren
vender esa luz verdadera, es la última que te enseñan cuando vas a comprar una
bombilla. Pero ¿qué más da que sea la última? Mejor; tras tener que cambiar a
menudo de bombilla o quedarte a oscuras en cualquier momento, es cuando más
valoras lo bueno. Las cosas sencillas.
Ha pasado mucho tiempo. Yo veía a gente de mi entorno, más
pequeña, que ya sabían lo que querían y lo habían encontrado, sencillo. Pero siempre
me salía esa envidia sana. Cabreada con el mundo, entre mil cosas, porque yo no
encontraba esa compañía emocional. Y entonces, lo que decía antes d la luz;
puedes tener miles de mecheros o cosas varias para alumbrar tu oscuridad, y, al
final, haberlo tenido muy cerca de ti desde hacía tiempo. Es lo mismo que saber
presionar la tecla adecuada cuando hay una sobrecarga eléctrica. Te dejan de
importar los planes y a dónde ir o qué comer. Es la continuidad de agujetas en
los músculos de la mandíbula. Es necesidad de oír su voz cada mañana, aunque
sea al otro lado del teléfono. Las cosquillas que me hace sentir con sus
caricias. Volver a mencionar la palabra “amor” para llamar a alguien. Agradeces
la improbabilidad, la suerte, las horas, el saber que está dispuesto a cruzar
media ciudad en una noche, si me encuentro mal.
Y me encanta, es como si estuviera en un sueño, mi sueño. Al
final lo he comprobado, Todo llega, y TODO es el amor. Los sueños que se
cumplen. Los miedos que desaparecen. Las ilusiones que afloran.
Ayer apenas dormí una hora, pero fue por la emoción de su “Ya
no quiero prueba”; anoche pasaron varias horas de madrugada hasta que logré
conciliar el sueño. Y él estuvo conmigo, en palabras. Estaba más que dispuesto
a venir a mi casa, pero yo me negué. Conoce mis días grises, pero no soporto
que nadie me vea en esos límites. Tal vez él sea la excepción; insiste en pasar
el máximo tiempo posible conmigo. Siempre ayudándome, dándome todo y más. Su
pseudónimo es Linterna, por un detalle absurdo pero muy importante de cuando
solo éramos amigos. Pero es curioso, porque Linterna ha conseguido ser la luz
de mis penas.
Enamorame, amor (?) No; ya lo has hecho
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