No podrás decir que no disfruto con la comida, la música, tu
risa, tu mirada al otro lado de la mesa.
Igual que no puedes decir que no me quieres. Por mucho que
te empeñes en chincharme, ya sé tu truco. Dices justo lo opuesto a lo que
piensas. Aun así, te amoldas a mí; me has escrito. Por supuesto, esa cartita ya
está guardada.
Volviendo a “Italia”, tú has visto mi temblor, mi
entusiasmo, mi emoción, mi ojillos brillantes… por qué brillaban: el piano, el
placer de degustar esos platos y, más importante que todo eso, porque estaba
contigo. Contigo he compartido cenas y desayunos, pero nos quedaba la comida;
objetivo conseguido. Igual que hemos conseguido tantas cosas.
Ya en casa, en tu cuarto, ha sido como siempre, incluso
mejor. Me volví a emocionar al leerte y me volví a quedar dormida a tu lado,
aunque me negase por hoy. Hoy mi sueño ha durado más tiempo, hoy me has dado
besos llenos de ternura y hoy hemos sobrepasado cualquier medida de felicidad,
comodidad, complicidad…
Pero, ¿sabes con lo que más me quedo de hoy? Parte de tu
carta; me has llamado Luz. Tú, el que apareciste en medio de mi oscuridad; sé
que tu situación era similar a la mía, pero me parece tan… idéntico, que no sé
qué hacer, qué decir.
Cada vez escribes mejor. ¡Qué bonito!
ResponderEliminar