Suficiente para sonreír, para llorar, para volver a dormir y
para soñar.
Suficiente para recordar miles de sensaciones y conocer
otras. Escribir con la punta de los dedos, sentir suaves caricias sobre los
hombros, pero TAMBIÉN una caricia ascendente recorriendo mis vértebras.
Jamás había hablado tan a menudo por teléfono, ni había estado
tan tranquila y confiada en cualquier sitio, con o sin él cerca.
Sé que cualquier enamorado puede tener mis síntomas. Pero me
siento rarísima. Duermo bien, sonrío y, por fin, estoy a gusto, incluso en mi
casa. Soy de natural pasteloso, pero… me siento coherente, tal vez no sea más
que mi sensación. Sigo estando muerta de miedo, en la mínima medida. Por eso me
niego a alejarme del suelo, aunque sean algunos centímetros. ¿Para qué alejarme
de una realidad tan bonita? Siempre he intentado limitar la dosis de amor en
mis palabras, incluso aquí, en blogspot; pero ahora no. ¿Para qué, si a él le
gusta cómo soy? ¿Para qué, si es lo que siento? Desde muy pequeña lo he tenido clarísimo:
“Cualquier tipo de amor, no material, jamás puede ser motivo de vergüenza”.
Parece que todo el mundo, en mi barrio, ya sabe porqué sonrío,
y me da igual. No me gusta ser el centro de atención, pero qué más dará. Ya no
escribo con algún objetivo claro, solo escribo. Ya no hay palabras, miradas… ni
siquiera caricias. NADA explica lo que siento. Por lo menos él también está
enamorado, sé que no hay nada que se iguale así que… nos comprendemos el máximo
posible. Pienso que no hay nada más similar a dos corazones que se buscan, se
complementan, se necesitan. Sea su voz, sus palabras o su foto en el fondo de
pantalla de mi móvil. Anoche hice lo que nuca; me tiré horas muertas sin hacer
nada, sólo esperando a que me escribiese. Suena desesperado, pero es así. Entiendo
a Neruda. Un loco de amor, el primero de los poetas románticos. Siento terminar
así, pero no hay más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario