12 mar 2014

Siete días


Suficiente para sonreír, para llorar, para volver a dormir y para soñar.

Suficiente para recordar miles de sensaciones y conocer otras. Escribir con la punta de los dedos, sentir suaves caricias sobre los hombros, pero TAMBIÉN una caricia ascendente recorriendo mis vértebras.

Jamás había hablado tan a menudo por teléfono, ni había estado tan tranquila y confiada en cualquier sitio, con o sin él cerca.

Sé que cualquier enamorado puede tener mis síntomas. Pero me siento rarísima. Duermo bien, sonrío y, por fin, estoy a gusto, incluso en mi casa. Soy de natural pasteloso, pero… me siento coherente, tal vez no sea más que mi sensación. Sigo estando muerta de miedo, en la mínima medida. Por eso me niego a alejarme del suelo, aunque sean algunos centímetros. ¿Para qué alejarme de una realidad tan bonita? Siempre he intentado limitar la dosis de amor en mis palabras, incluso aquí, en blogspot; pero ahora no. ¿Para qué, si a él le gusta cómo soy? ¿Para qué, si es lo que siento? Desde muy pequeña lo he tenido clarísimo: “Cualquier tipo de amor, no material, jamás puede ser motivo de vergüenza”.

Parece que todo el mundo, en mi barrio, ya sabe porqué sonrío, y me da igual. No me gusta ser el centro de atención, pero qué más dará. Ya no escribo con algún objetivo claro, solo escribo. Ya no hay palabras, miradas… ni siquiera caricias. NADA explica lo que siento. Por lo menos él también está enamorado, sé que no hay nada que se iguale así que… nos comprendemos el máximo posible. Pienso que no hay nada más similar a dos corazones que se buscan, se complementan, se necesitan. Sea su voz, sus palabras o su foto en el fondo de pantalla de mi móvil. Anoche hice lo que nuca; me tiré horas muertas sin hacer nada, sólo esperando a que me escribiese. Suena desesperado, pero es así. Entiendo a Neruda. Un loco de amor, el primero de los poetas románticos. Siento terminar así, pero no hay más.

No hay comentarios:

Publicar un comentario