27 abr 2014

Domingo familiar

Sueño transformado en risas. Por todo lo demás, nada más que normalidad.

“¿Qué quieres de comer? Vale, espera voy a ver si hay… Ahora nos bajamos, compramos el pan y nos tomamos un café ¿ok?”                 

“Qué calor, ¿no? Ah. Sí. Ya sabes dónde está: en mi rincón del sofá. ¿Te importa sacar dos platos llanos? Sí, mira: en la puerta de la derecha. Eh, no me eches tanto. ¿Quieres algo de segundo?”

“CINE”. “¿Estás bien? Sí, sí. No te preocupes. Cambia terror por asco. ¿Te has dormida? Que no, que estoy centrada, nada más.”

Curiosa la familiaridad que tienes con mi casa y el orden de cada objeto. Curiosa la postura natural que tomamos en el sofá. Curiosa la confianza de de mi perrita contigo, que, cómo no, has sido nuestro sofá. Curioso que no sólo me acompañes a mí al médico, sino también a comprar medicamentos para otra persona. Curioso que, siendo cafeinómana, haya pedido un helado dulce.

Pero, ¿sabes por qué? Tú me haces dulce. Tú, con tu sobredosis de azúcar en el té.

Has estado todo el día conmigo. Café, comida, película, helado, otra película, parte de fútbol, niños y mimos. Mimos en mi cuarto, sobre mi cama.


Pero lo mejor ha sido darme cuenta de que ya me conoces a un nivel máximo. Sabes dónde las cosquillas se convierten en dolor. Sabes cuándo mis silencios ocultan pensamientos. Sabes cuándo mi estómago se revuelve. Sabes cuándo de mis ojos brotan emociones. Sabes cuándo miento y cuándo no. Sabes, mejor que nadie, por qué mi ombligo es un punto especial, y también sabes hacer magia. Sabes la historia que hay detrás de varias fechas, no todas, pero suficientes. Sabes el valor que te doy. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario