Ya sabíamos que el tiempo se detenía con muy poquito. Por eso
mismo, sabíamos que los relojes dejarían de funcionar, igual que las hojas del
calendario no pasarían al mismo ritmo.
No pensé que el reloj de arena pegase tanto con tu habitación,
ahí con otros recuerdos navideños. Creo que mis palabras escritas surtieron el
efecto esperado. Al igual, la pulsera me está ayudando a mantener en pie esa
sonrisa que sólo tú consigues.
Para rematar, cierro los ojos y recuerdo la suavidad de tus
manos correteando por mi espalda, atravesando las costuras de mi sujetador, y
tus labios besando con delicadeza mi rostro dormido. Hay detalles que no hace
falta sentir, para reconocer.
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