Desde antes de empezar, desde antes de estar decidida a
cambiar, me has apoyado moralmente. Pero hoy has estado a mi lado, has
escuchado lo mismo que yo y has visto, mejor dicho sentido, cuándo he apretado
tu mano, ilusionada por las novedades. Al salir, sentía que mis ojos se iban a
desbordar. Y sé que no hay nada seguro, pero cada milímetro que avanzo es una
gran victoria.
No miedos. No dependencia. No presiones. No responsabilidades
ajenas. Y, probablemente, no más bajadas de peso.
También me has ayudado a semi vaciar mi armario; menos
cosas. Sinceramente, mi habitación parece otra, sin abrir el armario. Más
orden, menos tonterías por medio. Y me ha hecho muchísima gracia cuando, tomando
ese café dulce, hemos estado hablado de nuestros objetivos a largo plazo.
Acompañarte a la parada de autobús, hablar, besarte hasta
matar. Comprar unos yogures para cenar, tras mirar mil precios, llegar a casa y
escribir aquí, en mi habitación, escuchando nuestra música. Ahora suena lo que
te diría cada día; quédate a dormir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario